Fernando VII – Monedas de Plata de Ultramar

Bienvenidos de nuevo a Numismática Mayor 25. Hoy hablaremos de la moneda en el reinado Fernando VII, en concreto de sus monedas de plata acuñadas en los territorios de ultramar.

La experiencia negativa que vivió siendo Príncipe de Asturias en una corte regida por injurias y el todo poderoso Godoy, el larvado odio que se iba de las manos de sus padres, y la traumática experiencia del exilio en Francia hicieron de Fernando VII un monarca afianzado en las bases absolutas de la tradicional monarquía católica. A pesar de la experiencia constitucionalista y los vaivenes liberales el Rey seguirá siempre convencido de su poder absoluto.

Para comprender mejor este ámbito de la numismática, el de sus monedas de plata acuñadas en los territorios americanos, debemos tener en cuenta que no hubo jamás monarca español al cual amasen más sus territorios indianos y ninguno cuya efigie se viese reflejada tan abundantemente; si bien fue conocido como “El Deseado”, podríamos hablar también del “Sacralizado”, o en palabras de Emilio La Parra, quien es un referente imprescindible en el estudio de este personaje, del Rey “Mitificado”.

Sus emisiones indianas son un verdadero deleite para los amantes de la numismática, en ellas podemos encontrar un gran número de cecas diferentes y también gran variedad de modelos de monedas y bustos del Rey. Tal variedad se debió a dos importantes factores, que desestabilizaron su reinado y que afectaron a su moneda: la invasión napoleónica de la Península y el inicio de los movimientos insurgentes en los territorios americanos. Para analizar la moneda fernandina acuñada en la Península, habría que tener también en cuenta la tensión entre liberales y absolutistas, cuyas repercusiones pueden ver en los vídeos y artículos que hemos dedicado específicamente a sus monedas peninsulares.

Este periodo de la numismática es peculiar y más aún en las indias españolas, donde encontramos ciertas curiosidades, como los “bustos imaginarios”, que casi podríamos denominar como “retratos de necesidad”.

A raíz de la inestabilidad política generada tras la invasión francesa de la Península, se alargó el tiempo de envío de las nuevas matrices de acuñación, con la imagen del nuevo monarca, hasta las cecas del Nuevo Mundo. Así, algunos de los gobernantes se vieron forzados o como hemos dicho, en la necesidad, de inventar el retrato de su nuevo rey. Encontramos tres tipos principales dependiendo de donde fueron acuñados: Los bustos propiamente llamados de “tipo imaginario”, del Virreinato de Nueva España;

los bustos de “tipo indio”, del Virreinato del Perú;

y los bustos de “tipo almirante” de la Capitanía General de Chile.

Esta rareza podemos encontrarla también en las monedas de oro y aporta un valor histórico especial a este tipo de monedas antiguas españolas.

La falta de un retrato de carácter oficial suponía un verdadero problema, especialmente si tenemos en cuenta la importancia de la imagen como medio de propaganda para el poder y más aún, cuando la moneda seguía siendo un medio imprescindible para este fin.

El Consejo de Regencia estimó que la situación debía resolverse en el menor tiempo posible y encargó a Félix Sagau y Dalmau realizar el nuevo busto de forma urgente, mientras España se veía envuelta en la guerra contra los ejércitos napoleónicos. Sagau y Dalmau se desplazaron hasta Cádiz, donde se encontraba refugiada la Suprema Junta Central y fue tal la premura con la que tuvo que desarrollar el trabajo, que diseñó un único tipo de busto, que podemos ver en esta matriz.

Hasta ese momento y desde que así lo dispuso Carlos III en su pragmática del 12 de Mayo de 1772, eran dos los tipos principales de busto para la moneda de plata: uno destinado a las cecas de ultramar “tendrá en el anverso mi real Busto, vestido a la heroica, con clámide, y laurel”; y otro diseñado para ser acuñado en las cecas de de la Península “llevará mi Real Busto desnudo, con una especie de Manto Real”.

Con Fernando VII podemos hablar, hasta cierto punto, de la unificación del busto, lo que no implica que se usase un retrato exactamente igual en todas sus cecas y menos aún en la Península. Tras disponer de las nuevas matrices, enviadas desde la metrópoli, se siguió una misma directriz para el diseño de los retratos, basados en las características dictadas por Carlos III para las emisiones ultramarinas.

En América las monedas siguieron un estilo muy similar o al menos, esta fue la intención una vez establecido el modelo oficial. Además, todas las monedas a excepción de las de un cuarto, comparten entre sí un mismo modelo de reverso, también establecido en la citada pragmática carolina de 1772: “se pondrán las Armas principales de mi Real Escudo, timbradas de la Corona Real; y a sus lados las dos Columnas, con una faja que lleve el lema Plus Ultra”.

Los valores acuñados coinciden con los de reinados anteriores: siendo estos de un cuarto de real, de medio, uno, dos, cuatro y ocho reales. Seguidamente veremos algunas piezas, que representan un buen ejemplo de cómo fueron las monedas de plata acuñadas en las cecas de ultramar.

Los retratos son prácticamente iguales entre sí, a pesar de ser de fechas distantes y visten corona de laurel y clámide, siendo esta última, una prenda reconocible por la fíbula que la sujeta en el hombro derecho. En su reverso, el escudo es también igual en todas las piezas y se ajusta a la descripción de la pragmática que acabamos de ver; en él destacan especialmente las columnas de Hércules y el lema Plus Ultra, que acompañan a los cuarteles de castilla y león y a la granada entada y al escusón con tres lises de la casa Borbón.

Vistos los anteriores ejemplos, la numismática indiana puede parecer sencilla, homogénea. Sin embargo, como ya vimos con los retratos imaginarios, la realidad no puede ser más diferente. En 1808, la proclamación de Fernando VII coincidió con su apresamiento por parte de Napoleón Bonaparte y generó una fuerte reacción de sus súbditos a favor del Rey “Cautivo”.

Este suceso generó en América la aparición de un gran número de medallas de proclamación en plata, con valor facial, que declaraban un ferviente sentimiento de amor filial y lealtad de estos territorios hacia su monarca. También se acuñaron medallas de proclamación sin valor facial, así como medallas de oro que no veremos en este momento. Además, tuvieron lugar otras muchas manifestaciones más allá del ámbito numismático, que reflejaron el interés de estas provincias por Fernando VII, como por ejemplo, las numerosas donaciones enviadas para pagar su rescate o las variadas rogativas religiosas celebradas por su libertad.

Así las cosas, los movimientos de insurgencia criolla iniciados en México a partir de 1808, repercutieron también en la numismática de este periodo. En algunas cecas se emitieron monedas a favor de los diferentes bandos:

Aquellas a favor de la Corona son conocidas como realistas, mientras que aquellas a favor de los movimientos de independencia son conocidas como insurgentes. Aquí mostramos algunos ejemplos donde se aprecia la diferencia con respecto a las acuñaciones fernandinas habituales, sin embargo, no veremos ahora en profundidad este tipo de monedas, que bien podrían ser objeto de un estudio dedicado exclusivamente a ellas; la primera de las monedas que mostramos fue acuñada por el bando realista, mientras que el resto de ellas fueron acuñadas por los insurgentes.

Les recomendamos, que vean el vídeo y el artículo en los que hablamos de la ceca indiana de Zacatecas, surgida a consecuencia de la Guerra de Independencia y donde abordamos las monedas de plata realistas e insurgentes que allí se acuñaron.

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