«Marías» del Rey Carlos II | Monedas de la Virgen María
En este estudio vamos a analizar las “marías” realizadas durante el reinado de Carlos II, que son unas monedas muy peculiares tanto por su diseño como por su historia como así veremos a continuación.
Durante este periodo de la monarquía hispánica la moneda de plata todavía contaba con la alta pureza establecida en 1497 por los Reyes Católicos, lo que la convertía en la divisa preferida en las transacciones internacionales.
Ello suponía una ventaja con respecto al comercio exterior pero no para los territorios peninsulares de la Corona, donde la situación era muy diferente.
Al existir un desajuste entre el valor intrínseco y extrínseco de la moneda se fue produciendo una paulatina desaparición del numerario argénteo que terminó en otras naciones, donde su fundición generaba un importante beneficio económico.
Este problema se trató de resolver en varias ocasiones, Felipe IV, por ejemplo, en la reforma del día 23 de diciembre del año de 1642 trató de implantar un nueva moneda de plata de menor valor para el comercio interno para evitar así su desaparición, estas monedas no debieron de resultar especialmente exitosas o al menos eso parece, teniendo en cuenta que poco después dejaron de emitirse.
Resultan de todas formas relevantes por tratarse del primer ejemplo con el que contamos de este tipo de monedas de valor reducido destinadas al comercio interior.
Años más tarde, durante el reinado de Carlos II, la situación económica era relativamente caótica, la moneda de oro y de plata en los territorios peninsulares era muy escasa y el vellón requería un ajuste de carácter urgente.
Entre 1679 y 1686 se llevaron a cabo una serie de reformas cuyo fin era solucionar el problema del monetario castellano, fueron iniciadas por Juan José de Austria, hijo ilegítimo de Felipe IV, quien desempeñaba en aquel momento la función de primer ministro, tras su muerte fue sucedido en el cargo por el Duque de Medinaceli, quien fue sucedido a su vez, ya en 1686, por el Conde de Oropesa.
El día 14 de octubre del año de 1686 se dictó una Real Pragmática en la que se regularon los valores del oro y de la plata, y fue entonces cuando se abordó el tema que aquí nos ocupa, las famosas “marías”, retomando esa idea de las dos monedas, la de uso interno y la de uso externo.
A partir de entonces se aumentó el valor de la plata, que pasó de 67 a 84 piezas por marco, y se estipuló que a las monedas de plata anteriores a la Pragmática se las conociese como de “plata vieja” o “escudos de plata”, que pasarían a tener un valor de diez reales, mientras que aquellas de ocho reales acuñadas a partir de entonces se las conocería como monedas de “plata nueva”.
Las piezas a las que se hace referencia con el término “marías” son las monedas de plata a nombre de Carlos II que se acuñaron en la Península a partir de 1686, su peso era menor que el de aquellas realizadas los años previos, así como también era menor con respecto a las monedas realizadas en América, incluidas las realizadas a partir de ese año, que sí mantuvieron su peso.
Su apelativo se debe al monograma de la Virgen, que podemos ver situado en su reverso, motivo de gran belleza compuesto por la “M” de María que puede leerse tanto desde arriba como desde abajo y sobre el cual hay una cruz trilobulada.
En algunos ejemplares acuñados en Sevilla podemos encontrar otro bonito detalle, la incorporación en el diseño de unas rosas -una de las flores más comúnmente asociadas a la Virgen- en torno a las emes superpuestas que conforman el monograma.
La leyenda “VIRTVTE PROTECTIONE” -Protectora de la Virtud- acompaña el símbolo, terminando de completar así un mensaje que entre otras razones, se puede presuponer, fue utilizado en estas monedas con el fin de evitar su rechazo, ya que no debemos olvidar que se trata de monedas devaluadas.
Los anversos de estas acuñaciones cuentan con el escudo simple de España coronado y cabe apuntar que existen diferentes diseños de corona.
Las cecas en que se labraron estas monedas son las de Madrid, Segovia y Sevilla, y en todas ellas se realizaron en los valores de uno, dos, cuatro y ocho reales.
Es posible diferenciarlas igualmente por su técnica de acuñación, bien a martillo, bien a molino.
En Madrid, por ejemplo, sólo encontramos piezas realizadas a martillo, en Segovia solo realizadas a molino y en Sevilla realizadas mediantes ambas técnicas.
Estas monedas tan peculiares son una característica exclusiva de este reinado, a excepción únicamente de una pequeña cantidad de las mismas que el Rey Felipe V acuñó en Sevilla en 1701, año en que aún se encontraba en plena Guerra de Sucesión por el trono español.
Si lo desean disponen de un artículo dedicado a los duros sevillanos de este rey en el que pueden ver estas que serían las últimas “marías”.
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