Monedas “cara de rata” del Rey Carlos III

Uno de los campos más descuidados dentro de la ciencia numismática y, curiosamente, de vital importancia dentro del desarrollo de la moneda es el estudio del busto o efigie del monarca representado durante las distintas acuñaciones de los diversos reinados que venimos aquí mostrando.

 

 

Aunque parezca obvio, queremos aprovechar aquí para recalcar el papel de los grabadores a la hora de figurar la imagen del rey sobre la moneda. Esta Imago Regis, parece lógico que debiera representar con fidelidad el busto de la persona real en cuestión que, naturalmente, debe ser reconocido por todos sus vasallos cuando esto sea posible.

En el caso de los territorios ultramarinos de la Monarquía Católica, donde la persona real no es tan visible, se crea siempre una campaña de propaganda a través de la estructura virreinal que termina haciendo del rey un personaje icónico con sus atributos. Esta campaña se apoyaba siempre de las estampas, de fácil difusión, y de cuadros en un ámbito más limitado y rico pero no por ello, en muchos casos, de buena fortuna en lo que a realidad figurativa se refería.

Dejando de lado los atributos de la Monarquía y las sucesivas modas que irán marcando el retrato real en diferentes épocas, objeto todo ello de un futuro artículo; vamos a acercarnos ahora a los rasgos físicos y al busto de Carlos III. Como siempre, para este reinado, es conveniente reconocer los juicios y opiniones de Carlos José Gutiérrez de los Ríos y Rohan de Chabot, conde de Fernán Núñez. Aristócrata éste, muy cercano al rey que le describía como sigue:

«Era el rey Carlos de una estatura de cinco pies y dos pulgadas, poco más; bien hecho… robusto, seco, curtido… Había sido en su niñez muy rubio… pero el ejercicio de la caza le había desfigurado. Su fisionomía ofrecía dos efectos opuestos: la magnitud de su nariz ofrecía a la primera vista un rostro muy feo, pero pasada esta impresión, sucedía a la primera sorpresa otra aún mayor, que era la de hallar en el mismo semblante que quiso espantarnos una bondad, un atractivo y una gracia que inspiraba amor y confianza».

La moneda de busto tuvo una gran importancia durante el reinado carolino, especialmente tras la Real Pragmática del 29 de mayo del año de 1772, que hizo de ésta la tipología predominante en la moneda española. Es por ello habitual encontrar monedas con su retrato acuñadas a partir de esta fecha pero no tanto durante los años previos, siendo estas últimas consideradas por los coleccionistas de moneda española como piezas excepcionales.
Las monedas con el retrato del Rey previas a la citada Pragmática solo se acuñaron en oro, con la única excepción de unas monedas de maravedís (cobre) labradas en Madrid en 1770. Estas monedas áureas presentan tres diseños diferentes: el “busto de toisón” acuñado en el Virreinato de la Nueva España (México); el llamado “primer busto” acuñado en el Virreinato del Perú (Lima) y en la Capitanía General del Reino de Guatemala; y el “busto cara rata” o “busto cara de rata”, que fue acuñado en múltiples cecas.

Vamos a comenzar viendo este famoso retrato “cara rata” diseñado por el grabador Tomás Francisco Prieto en 1960, que goza de una enorme popularidad en el mundo de la numismática española, los otros dos diseños los analizaremos en futuros artículos.

El apelativo de la moneda que hoy nos ocupa es coloquial y casi con total seguridad no de época, surge a raíz de la gran naríz con que es representado el soberano, y coincide con el Conde de Fernán-Núñez al afirmar éste que su fisionomía destacaba en dos aspectos: su desproporcionada nariz y la gracia regia y paternal que de un monarca ilustrado podía esperarse. Este diseño se acuñó en todos los valores, desde las piezas de medio escudo hasta las de ocho escudos y pueden encontrarse ejemplos de cecas tanto peninsulares, como son el caso de Madrid y Sevilla, como ultramarinas, con ejemplos como México y Guatemala. No todas las cecas acuñaron este modelo exactamente igual y por ello contamos con diferentes ejemplos, como estos que podemos ver aquí, que presentan variaciones evidentes entre los diseños de las diferentes casas de moneda. En el caso particular de la ceca de Lima, podemos encontrar incluso dos modelos diferentes de cara de rata, denominados como de “primer” y “segundo” tipo.

Finalizamos aquí este breve análisis que esperamos haya resultado de su interés. En futuros artículos abordaremos los diseños conocidos como “primer busto” y «busto del Toisón”, completando así este magnífico grupo de retratos reales acuñados en las monedas de oro previas a la famosa pragmática carolina.

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