Medallas de Carlos III María Amalia de Sajonia
En este artículo vamos a ver a una de las parejas reales de mayor relevancia del setecientos y lo haremos a través de algunas de sus piezas numismáticas, especialmente de sus medallas.
Pocas parejas reales del S. XVIII europeo fueron tan avenidas en sus afectos como la formada por Carlos III y María Amalia de Sajonia.
Desde su matrimonio en 1738 hasta el fallecimiento de la reina al año de trasladarse a la nueva corte española en 1760, se profesaron un amor incondicional.
En primer lugar vemos aquí dos medallas acuñadas por Augusto III, Rey de Polonia y padre de la Princesa Real de Polonia y Duquesa Electriz de Sajonia, María Amalia.
Ambas fueron realizadas el año de 1738 con motivo de la boda real, que se celebró por poderes el día 9 de mayo de ese mismo año en Dresde.
En realidad deberíamos hablar propiamente de dos monedas, ya que el primero de los ejemplos, acuñado en oro, cuenta con un valor de un ducado, mientras que el segundo, acuñado en plata, con un valor de dos tercios de thaler.
La imagen plasmada en el anverso de estas piezas muestra en su centro un altar de gusto clásico sobre el que hay dos corazones ardientes, sobre ellos se encuentra un sol radiante flanqueado por nubes y desde la izquierda surge de éstas la mano de Dios, que sostiene una corona sobre los corazones legitimando la real unión.
La leyenda que rodea la imagen es “CORONAM MERENTUR” -del latín, merecen la corona-.
En el reverso encontramos otra inscripción de nueve líneas en latín que cubre toda la superficie, puede traducirse como: Se establece el compromiso entre Carlos, Rey de las Dos Sicilias y María Amalia, Princesa Real de Polonia, el año de 1738.
Debemos recordar que antes de ser Rey de España bajo el nombre de Carlos III, a partir del año de 1759, éste lo fue de Nápoles y Sicilia como Carlos VII y V respectivamente, desde que fuera coronado en Palermo el año de 1735.
Esta es la razón por la que en las monedas y medallas relativas a su matrimonio encontramos el uso del título de Rey de las Dos Sicilias para referirse a él.
Los ejemplos que vemos a continuación son dos medallas realizadas una en plata y otra en bronce por el propio Don Carlos en Nápoles.
En el anverso pueden verse los bustos enfrentados de los dos regentes, vistiendo el del rey coraza, manto y corona de laurel, en la leyenda se leen los nombres de los soberanos, situándose cada uno de estos detrás de su respectivo retrato.
El reverso se compone de una preciosa leyenda de cinco líneas en latín, que se corresponde con un pasaje escrito por el poeta romano Virgilio en sus Bucólicas, que puede interpretarse como: Verás como todas las cosas se regocijan en el siglo venidero.
María Amalia, tras su muerte, dejó sumido al Rey en una desesperación tal que la corte sufrió un contraste radical entre el festivo reinado de Fernando VI y el nuevo estado de viudedad permanente que ya nunca abandonó Carlos III.
Al morir la Reina dijo: “Es el primer disgusto grande que me ha dado”.
La muerte prematura de la soberana habría que buscarla en el tremendo cambio que supuso para ella tener que dejar su amado reino napolitano por una nueva corte que distaba mucho de alcanzar los mínimos cánones ilustrados de la época.
Aquí podemos ver una medalla en plata de la feliz pareja cuando aún se encontraba en Nápoles, su acuñación suele relacionarse con la celebración del nacimiento de su hijo Fernando el año de 1751, quien sucedería en un futuro a su padre en aquellos territorios.
Esta atribución parece sin embargo errónea, ya que no existe ningún documento que la acredite ni tampoco especificación alguna en la medalla, lo que sí existen son indicios de que pudiera haberse acuñado por una serie de motivos de carácter militar, con relación a la construcción de cuarteles y al establecimiento de la disciplina militar, algo que como vamos a ver tiene relación con la leyenda del reverso.
En el anverso de la pieza pueden verse enfrentados los retratos reales de los dos soberanos y en el reverso aparecen los escudos de armas de ambas casas unidos bajo la corona real y rodeados de una leyenda que puede interpretarse como: La felicidad de los soldados y del pueblo.
Retomando el impacto sufrido por la reina tras su llegada a Madrid y para comprender mejor sus sensaciones, podemos atender, a una de sus misivas recogidas por el historiador González-Doria en donde ésta declara: “Para acostumbrarse en este país creo que no bastaría toda mi vida”.
Más esclarecedor al respecto es el panorama que describe el historiador decimonónico Ferrer del Río acerca de las impresiones que pudo captar la Reina al entrar en la Villa y Corte: “Triste le parecía el aspecto de las poblaciones y lúgubre la mansión de los Reales Sitios: llamaba a Madrid la Palestina o la Babel de Occidente, según se fijaba en la aridez de sus contornos o en las intrigas cortesanas de que era centro”.
Sea como fuere y a pesar de la devastación sufrida por Carlos III tras la muerte de su esposa, éste desarrolló un gran número de mejoras, siendo bien conocido su sobrenombre de “el mejor alcalde de Madrid”.
Sin duda mucho tuvo que ver su espíritu ilustrado con las positivas medidas que implementó, aunque también pudo deberse, como ya apuntamos en un artículo anterior, a que éste quisiera honrar la memoria de María Amalia haciendo de la capital un lugar más vivible y acorde a sus gustos personales.
Aquí les mostramos para finalizar una soberbia medalla de proclamación realizada en oro el año de 1759 por Tomás Francisco Prieto.
Su anverso muestra el retrato desnudo del borbón con peluca larga y anudada y una leyenda que le atribuye ya el título de Rey Católico.
En el reverso podemos ver una imagen alegórica de España en estilo clásico.
Esperamos que este artículo haya resultado de su interés y esperamos contar con ustedes en futuras publicaciones sobre medallas y monedas antiguas.
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